“Las cosas del campo" 2

NATURALEZA VIVA

Supo de él ayer y hoy ya lo conoce un poco. Muy poco. Lo suficiente para haber saboreado una parte tan sólo de su sensibilidad, capaz de estremecerse ante la llegada del abejaruco que siembra el pánico en la colmena. Asistir al florecer de la encina, o acercarse al refugio de hermosura de las herrizas donde florecen los acebuches, romeros, tomillos y lentiscos.

Sensibilidad para saludar a Miguelillo que no tiene zapatos. Desde que se fue su abuelo no tiene nada. Ya se han ido los zorzales y le ‘extravían’ todo el año cuando se van. Dos o tres docenas le servía para poder comer. Hoy no ha comido. Sensibilidad para pasar las noches bajo las encinas o para hablar con Narciso, el Cantor.

El libro “Las cosas del campo”, ha venido hasta el Náufrago como un regalo, porque él no podía llegar hasta él. Y aquí está, con una textura que da gusto tocarlo, con unas tapas flexibles que permiten acariciarlo, unas viñetas que acompañan la profunda sencillez del libro.
*****

"Sé algo de la tierra y sus gentes. Conozco aquélla en su ternura y en su dureza, he andado sus caminos, he descansado mis ojos en su hermosura. Los cierro y la tengo ante mí

…Hoy… El campo lo dice claro. Hasta aquí llegaba el arado, por allí comenzaba la realenga; dos mil años tienen estas encinas, apenas ciento estos olivos. Y el verdor ceniciento o plata de los olivos según el viento. ¡Cómo se parecen en su seriedad, en su grande monotonía, al mar! ¡Qué de sangre ha regado estos campos! No sangre roja, ni derramada, sino sangre labradora, sudor y lágrimas. ¡Cuánto sueño, cuánta esperanza cuentan estas lindes tan caprichosas al parecer, tan fieles a la Poesía en realidad! ¡Cuánta riqueza humana!

Yo me estremezco andando estas realengas, cruzando estas lindes, asomándome a estas herrizas. Me siento extrañamente eterno. Me hundo en el campo y gusto en mi espíritu tanta amargura suelta, tanta dulzura recogida en estos anuales surcos y sementeras. Año tras año, sol a sol, surco a surco, se va el hombre atando a la tierra, enterrándose en ella. Andamos sobre sus sudores, sobre sus ilusiones sobre sus huesos. Por eso tiemblo algo cuando voy por estos campos, por eso canto. Y tengo miedo de no poder acabar una vez comenzado. Empiece por donde empiece, no acabaré. Se me quedará La canción a medio camino, entre los labios. Pero la tierra la seguirá cantando. La oirán Las alondras, los alcaravanes, algún matutero a deshora por la veredilla, algún extraviado entre los olivos, algunos amantes que busquen la complicidad de la noche y la dureza de la tierra para darle lo suyo al amo, ¡Oh canción tan inútil tan necesaria como esta enorme y anual cosecha de florecillas ignoradas"

"Las cosas del campo" J.Antonio Muñoz Rojas (Ed. Pre-textos)

Comentarios

Entradas populares